Delante de María Madre del Buen pastor está Jesús Pastorcito, en medio de las ovejas, en el acto de acogerlas con amor. La contemplación del rostro de Jesús permite entender la misión que le ha confiado el Padre: apacentar la grey hasta “deponer la vida” por ella (cfr. Jn 10,18). El P. Alberione exhortaba a las Pastorcitas a imitar al Pastorcito dando a las almas instrucción, buen ejemplo, gracia, a hacer propio el espíritu de Jesús Buen Pastor que conoce y da la vida por su grey.
Jesús pronuncia el discurso del buen pastor en el templo de Jerusalén utilizando dos parábolas, la del pastor y la de la puerta del aprisco, a las que Jesús mismo les hace el comentario. Tres son los movimientos de esta homilía de Jesús.
Primer movimiento. Jesús dibuja la figura del buen pastor. Bueno en griego significa “bello” y expresa la plenitud del bien, de lo bello, de lo justo, del amor. El está dispuesto a morir para defender el rebaño. En oposición, aparece la grosera figura del mercenario a la que asocia la imagen del lobo. El elemento decisivo es la confrontación entre dos actitudes radicalmente opuestas. Por un lado, está el pastor, para el cual el rebaño es la vida misma al que le consagra todo. Por otro, está la figura del mercenario a quien el rebaño no le importa y al cual sacrifica para su propio beneficio. El rebaño está en las manos de pastores falsos, calculadores, egoístas que lo llevarán a la ruina y a la muerte. Lo recuerda san Pablo al despedirse de la comunidad de Efeso: “Cuídense ustedes y cuiden el rebaño que el Espíritu Santo les ha confiado apacentar… Sé que después de mi partida se introducirán entre ustedes lobos crueles que no perdonarán al rebaño”.
Segundo movimiento. Este segundo movimiento del discurso de Jesús se desarrolla todo dentro del rebaño mismo. Entre pastor y ovejas hay un estrecho lazo de “conocimiento”. Conocimiento en lenguaje bíblico abraza un amplio arco de experiencias que van desde el intelecto al corazón, desde la comprensión al amor, desde el afecto a la acción. La Biblia usa el verbo “conocer” para indicar la relación de amor de una pareja. Conclusión: entre los fieles y Cristo hay una comunión real e intensa que las desbandadas del rebaño no pueden romper ni la soledad y el aislamiento de las ovejas rebeldes pueden borrar. Es más, Jesús quiere abrir otro horizonte que se extienda hasta las ovejas lejanas que no pertenecen al primer aprisco. Así, Jesús proyecta la apertura de la Iglesia a los paganos, hacia los hombres que buscan a Dios con sincero corazón. La Iglesia no solo debe ser una comunidad cerrada al mal, sino una comunidad abierta a todo el bien que hay en el mundo, en el corazón de cada pueblo, en el alma de toda criatura. Ezequiel refería esta decisión divina ante los falsos pastores: “Yo mismo en persona buscaré mis ovejas, las sacaré entre los pueblos, las congregaré de todos los países, las alimentaré con buenos pastos. Yo mismo seré el pastor de mis ovejas e iré en busca de la oveja perdida” (34,11-16).