LA PALABRA DE DIOS EN EL CORAZÓN

Este mes de septiembre que estamos iniciando, llega marcado por la riqueza de la Palabra de Dios de la liturgia dominical, que además coincide con el primer día del mes. En su conjunto, el mensaje y la enseñanza de los textos sagrados de dicha liturgia, ponen de relieve el valor fundamental de la interioridad, pues, a decir del mismo Maestro Jesús, “de dentro, del corazón humano, es de donde salen” tanto las cosas perversas que contaminan al ser humano, como también aquellas cosas buenas, sentimientos puros, propósitos sinceros, decisiones acertadas, bondad y caridad que purifican y acercan a Dios. La advertencia del Señor nos pone en guardia frente a las tendencias farisaicas de vivir un culto vacío, hecho de prácticas exteriores y cumplimiento riguroso de tradiciones humanas, descuidando lo esencial, que es el amor, que da sentido y valor a la ley, como expresión de la voluntad del Señor (cf. Mc 7, 1-8.14-15.21-23).

En ese sentido, el libro del Deuteronomio, en la primera lectura, nos recordaba que los mandamientos de Dios tienen una actualidad permanente y una riqueza maravillosa, siempre y cuando no se contaminen con tradiciones y caprichos humanos, y se conserven en el espíritu original que los inspiró como un código de sabiduría que guía por el camino del bien y de la salvación (cf. Dt 4, 1-2.6-8).

Y el apóstol Santiago, en la segunda lectura, ponía en evidencia aquello que el mes de septiembre, como mes de la Biblia, nos recuerda: la importancia de la Palabra de Dios, que debe ser acogida con docilidad en el corazón, pues es capaz de salvarnos, en la medida en que no nos contentamos con escucharla, solamente, sino que procuramos ponerla en práctica, transformándola en actitudes, decisiones, propósitos y acciones conformes con el proyecto de salvación que el Señor ha diseñado para la humanidad (cf. Stgo 1, 16b-18.21b-22.27).

Quiera Dios que este mes nos dé a los miembros de la “admirable Familia Paulina”, la oportunidad de crecer en el amor y conocimiento de las Sagradas Escrituras, poniendo en práctica sus enseñanzas y orientaciones, de modo que encontremos en ellas la fuente de inspiración para nuestros procesos de santificación y para realizar nuestra misión evangelizadora en el mundo.

 

  1. Danilo Medina L., ssp

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