SANTOS POR VOCACIÓN

Nuestro Beato Fundador, el P. Alberione, era reiterativo en sus escritos y meditaciones, recordándonos que la vida cristiana y paulina, implica de manera esencial la vocación a la santidad

Este mes de noviembre nos saluda con la Solemnidad de todos los Santos. No sólo es la fiesta de aquellos cristianos que, aún desde la fragilidad propia de la condición humana, a lo largo de la historia de la iglesia supieron corresponder a la gracia de Dios, viviendo en «alto voltaje» las virtudes teologales, y por eso se convirtieron en modelos de vida cristiana e intercesores ante el Señor por las necesidades y la salvación de la humanidad entera. Esta celebración es también el recuerdo y la renovación del empeño de santificación al que somos convocados todos los creyentes desde nuestro bautismo, «pues Dios no nos llamó a la impureza, sino a la santidad» (1 Tes 4,7).

Nuestro Beato Fundador, el P. Alberione, era reiterativo en sus escritos y meditaciones, recordándonos que la vida cristiana y paulina, implica de manera esencial la vocación a la santidad, entendida como «plenitud de fe, exuberancia de esperanza y ardor de caridad, [que] harán que acojamos con santo gozo cada artículo del camino de perfección. Si, gozosos de dar a Dios todo por el todo. ¡Siempre una corriente de alta tensión (UPS, 1, 43)! En este sentido, podemos decir que, en la Familia Paulina, el camino de continua conversión y santificación, transita por los parámetros de las virtudes teologales, y nos compromete a experimentar la gratuidad del amor de Dios y corresponder a él con un empeño constante por hacer siempre y en toda la voluntad del Señor.

«Dárselo todo a Dios; en esto consiste la santidad: ‘Muy bien, empleado fiel y cumplidor, has sido fiel en lo poco, te pondré al frente de mucho (Mt 25, 23). El Maestro divino elogió a la mujer que había dado dos moneditas, porque dio de lo que le hacía falta, mientras otros daban grandes sumas, pero de lo que les sobraba.» (UPS, 1, 84). Precisamente por eso la Iglesia nos propone como modelos de vida cristiana a los santos, porque ellos supieron darlo todo al Señor, sin esperar nada a cambio, sólo queriendo corresponder a su gracia y su amor. Como lo hizo san Pablo y nuestro mismo Fundador.

Aprovechemos este mes de noviembre para renovar nuestros sinceros propósitos de santificación, sabiendo que más que fruto de nuestro esfuerzo humano, o de nuestros compromisos ascéticos en la virtud, la santidad es la acción de Dios en nuestra vida, y por eso hay que pedirla con fe en la oración, para que Él nos santifique, convencidos, con nuestro Beato Fundador, de que santidad y oración son realidades estrechamente unidas, pues «el alma que aspira a santificarse entregándose de lleno a la vida apostólica con mengua y menoscabo de su vida de oración, ya puede despedirse de la santidad.» (UPS, II, 58)..

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Cooperador Paulino
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