El mes de noviembre se inicia con una maravillosa oportunidad para recordar nuestra común vocación a la santidad; en efecto, la Solemnidad de Todos los Santos con la que damos comienzo a este mes, nos permite renovar la certeza de que la santidad cristiana lejos de ser monopolio de un grupo de privilegiados, es tarea y compromiso de todos los bautizados. Aquellos santos y santas cuya memoria celebra la Iglesia en su liturgia, son una prueba de ello y una demostración de que sí es posible vivir la santidad en lo cotidiano, en los diversos estados, circunstancias, edades, culturas y contextos sociales. Los santos vivieron a plenitud su consagración bautismal, y correspondieron de corazón a la acción del Espíritu Santo en ellos, y por eso se nos presentan como modelos de vida, modelos de fe, de esperanza y de caridad, que son, en último término los parámetros de la santidad cristiana, pues como advierte san Pablo, Dios “nos eligió en Cristo, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia mediante el amor” (Ef 1, 4).
Noviembre es también el mes que trae a nuestro corazón y a nuestro recuerdo el testimonio y la memoria de nuestros hermanos y hermanas en la fe que ya fueron “llamados a calificar servicios” mediante la muerte. La Conmemoración de todos los fieles difuntos que la liturgia prescribe para el segundo día del mes, se convierte para nosotros en una exhortación a recordar nuestra finitud y nuestra meta de inmortalidad a la luz de la fe. Acogiendo la invitación de nuestro Beato Fundador, P. Santiago Alberione, debemos habituarnos a “reorganizar la propia vida en orden a la eternidad, para desprenderse de las cosas creadas y familiarizarse con el cielo”, mientras avanzamos en nuestra peregrinación por este mundo, que “es un intermedio entre la vida y la eternidad” (cf. DF, 5). El recuerdo de los fieles difuntos de nuestras familias de origen y de la Familia Paulina nos motiva la oración de agradecimiento al Señor por aquellas semillas que ellos esparcieron y sembraron en nuestras vidas, y que siguen dando abundantes frutos para la gloria de Dios y para nuestro bien.
Finalmente, este próximo 26 de noviembre del 2021 representa para nosotros en la Familia Paulina, una singular y providencial ocasión para evidenciar y exaltar “las abundantes riquezas de la gracia de Dios” en la vida de nuestro Beato Fundador. Se cumplen 50 años de la partida al Reino celestial de nuestro querido P. Alberione, quien, después de una fecunda existencia fue a ocuparse desde el cielo, con su intercesión, de todos los apóstoles de la evangelización con los medios y en la cultura de la comunicación social. La conclusión del Año Bíblico de la Familia Paulina, programada significativamente para esa fecha, nos consiente reconocer en el P. Alberione y su testimonio de santidad, a un verdadero profeta de la Palabra de Dios, que supo encarnarla, vivirla, multiplicarla y difundirla como Buena Nueva de salvación para todos los pueblos.
De esta manera, nos sentimos invitados a proclamar un solemne Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, por las abundantes bendiciones que nos ha hecho llegar a través de nuestra Beato Fundador y de todos los Santos, especialmente de San Pablo, y también mediante el testimonio de entrega y donación de nuestros queridos difuntos, a quienes debemos buena parte de lo que somos y tenemos como personas y como Familia Paulina, pues realmente.
“¡su memoria es bendita!”
P. Danilo Medina L., ssp,
superior provincial