ISRAEL “RELEE” SU HISTORIA

Es un itinerario que se inspira en el simbolismo de la acción de Dios en la historia de la salvación y con el cual nos encontramos en los distintos libros de la Biblia.

Esta segunda etapa de nuestro itinerario bíblico cubre un gran arco de tiempo en la historia del pueblo de Israel. Los acontecimientos que la caracterizan son el exilio en Babilonia (del 586 a. C. al 538 a. C.), el regreso a la tierra de los padres y la reconstrucción de la ciudad de Jerusalén y de su templo. Los libros bíblicos que nos guían en esta etapa son los contenidos en la gran colección de los libros históricos y de los libros proféticos. Los libros sapienciales abordan especialmente la vida cotidiana en cada uno de sus ámbitos, a la luz de la “sabiduría” (que hoy llamaríamos la “dimensión religiosa”).

El simbolismo detrás de estos eventos se puede encontrar en el “corazón”. El “corazón de piedra” es el símbolo de la desobediencia del pueblo de Israel y de su cierre ante Dios y su palabra, su ley y sus dones. Este “corazón”es el origen de la intervención de Dios con el castigo del exilio.

En cambio, el “corazón de carne” que Dios da a su pueblo esel símbolo de su conversión, que favorecerá su regreso del exilio.

El significado “religioso” de la tierra de la promesa – A la tierra donde Josué hizo entrar el pueblo de Israel, Dios  le  atribuyó  un profundo

significado “religioso”: es la tierra de la libertad y de la bendición, es la tierra de la promesa y de la espera del Mesías. Si Israel mantiene en su corazón este sentido “religioso” de la tierra, permanecerá por siempre en ella y allí gozará de paz y estabilidad.

Pero el corazón de Israel es un “corazón de piedra”. Su permanencia en la tierra es, por tanto, una sucesión de infidelidades a la alianza hecha con Dios, de ceder a la idolatría, a la injusticia y a toda clase de transgresiones. Los libros históricos atestiguan que tanto los reyes como los sacerdotes y el pueblo entero“han hecho lo que es malo a los ojos del Señor” (expresión que aparece 27 veces solo en los dos Libros de los Reyes y Crónicas). A pesar de la predicación de los profetas (Isaías, Jeremías, Ezequiel y los “12 profetas menores”), Israel no convierte su corazón y por eso encuentra su ruina: Jerusalén y el templo son destruidos, el pueblo es desarraigado de la tierra de los padres y obligado a partir hacia la tierra del exilio, en Babilonia.

El exilio “manifestación” del pecado de Israel – Precisamente durante el exilio, Israel toma conciencia de que este “castigo” no es causado por la superioridad de los ejércitos enemigos, sino por sus infidelidades y por sus pecados, por su “corazón de piedra”.

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Así comienza ese proceso de conversión que los profetas en nombre de Dios habían preanunciado a Israel con el don de un “corazón de carne” en lugar del “corazón de piedra”, que no había sabido cuidar (y amar) el don de la tierra: “Les quitaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne” (Ez 36,26). Así como el “corazón de piedra” con sus infidelidades y pecados había provocado el desarraigo de la tierra (“Ustedes se acordarán de su mala conducta y de sus acciones perversas, y sentirán asco de ustedes mismos a causa de sus culpas y sus abominaciones”: Ez 36,31), así mismo ahora, con el don del “corazón de carne”, el Señor renueva la promesa de la tierra a su pueblo y establece nuevamente la alianza con él: “Ustedes habitarán en la tierra que yo he dado a sus padres. Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios […].Yo poblaré las ciudades y las ruinas serán reconstruidas” (Ez 36,28.33).

“Esta tierra había sido devastada, pero ahora es como un jardín de Edén"

La “relectura” de la historia del pasado de Israel – La dolorosa experiencia del exilio obliga al pueblo de Israel a “cuestionarse” sobre su historia pasada y a confesar que, con sus infidelidades y pecados, no han sabido corresponder a la fidelidad de su Dios.

Se “relee” la historia de Adán, puesto por Dios en el “jardín del Edén” (como Israel había sido puesto por Dios en el “jardín” que es la tierra prometida).

La expulsión de Adán del jardín del Edén se lee a la luz de la expulsión de Israel de su tierra hacia la tierra del exilio. Pero Dios, que dejó desolada la tierra de la promesa y expulsó de ella a su pueblo, sigue siendo el Dios de la promesa y de la bendición, y hace regresar a Israel de la tierra del exilio a la tierra de los padres, que se ha convertido en un nuevo “jardín de Edén”: “Esta tierra había sido devastada, pero ahora es como un jardín de Edén” (Ez 36,35).

Se “relee” la historia de Abrahán: su viaje desde Ur de Caldea a la tierra de Canaán (Gn 11, 31; 15,7) es interpretado por el pueblo como la prefiguración del viaje que ahora, del exilio de Babilonia (donde estaba la localidad de Ur), lo llevará de regreso a la tierra de los padres, siguiendo el mismo itinerario que el patriarca Abrahán.

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El éxodo, obra de la “diestra” y del “brazo fuerte” de Dios.

El éxodo de Egipto, obra de la poderosa intervención de la “diestra” y del “brazo fuerte” de Dios, que libera a Israel para introducirlo en la tierra prometida, se “relee” a la luz del regreso de los exiliados de Babilonia. Este regreso se convierte en un “segundo éxodo”, en el que Dios ya no abre a su pueblolas aguas del Mar Rojo, sino un gran “camino” en el desierto que separa la tierra del exilio de la tierra de la promesa: “He aquí, que yo lo renuevo […]. Sí, pongo en el desierto un camino, ríos en la estepa” (Is 43, 19).

Incluso la epopeya de la entrada de las 12 tribus de Israel en la tierra prometida bajo la guía de Josué se “relee” como figura de la nueva entrada de Israel en la tierra de los padres, después de la dramática experiencia del exilio, similar a la de la esclavitud de sus antepasados ​​en Egipto.

Humillado ante los otros pueblos porque ha sido despojado de su tierra con el exilio (“Nos expusiste a la burla de nuestros vecinos,a la risa y al escarnio de los que nos rodean”: Sal 44,14), ahora Israel vuelve a su tierra y ante esos mismos pueblos toma posesión de ella y la habita, renovando el compromiso de salvaguardar ese significado “religioso” que Dios le había dado a la tierra de su promesa y de su bendición.

La dolorosa crisis del exilio fue “providencial” para Israel desde el punto de vista espiritual: lejos de su tierra y de su templo, el pueblo aprendió que no se puede vivir la propia historia con un “corazón de piedra”, sino quese necesitaun “corazón de carne”. Con este verdadero corazón, Israel ha “releído” su historia, sus personajes, sus vivencias. Ha comprendido que Dios siempre lo ha llevado de la mano, lo ha educado, lo ha corregido y le ha tenido un gran amor: “Yo había enseñado a caminar a Efraín [= Israel], lo tomaba por los brazos. Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba. Yo los atraía con lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra sus mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer” (Os11, 3-4).

Gracias a esta “relectura”, Israel ha recibido una nueva concepción de su pasado, concepción que le ha permitido fijar definitivamente por escrito los textos sagrados que componen la Biblia que ha llegado a nuestras manos. Siguiendo su ejemplo en los momentos de crisis, cada generación debe hacer una “relectura” de su propia historia a la luz de la Biblia como historia de salvación, de conversión, de renovación y de crecimiento.

El regreso del exilio y reconstrucción – Con el edicto del rey persa Ciro (538 a. C.), el pueblo de Israel puede regresar a la tierra de sus padres. El pueblo ha comprendido la gran lección del exilio: el suyo no puede ser un simple regreso material a la tierra prometida, sino, sobre todo, un regreso espiritual, es decir, un regreso a la obediencia a la Palabra de Dios, para hacerse nuevamente digno de las promesas y de las bendiciones que Dios ha reservado para esta tierra santa. Así como en la destrucción de Jerusalén y de su templo Israel había visto la imagen de la destrucción causada por el pecado en su corazón, así mismo en la Jerusalén reconstruida y en su templo tendrá que ver el signo de un hombre recreado, en el que resplandece de nuevo la imagen y semejanza con Dios.

La primera reconstrucción es, pues, la espiritual, interior, la que levanta al hombre destruido por el pecado. Luego estará la reconstrucción edilicia de la ciudad y del templo, destruidos por los ejércitos invasores.

 

La centralidad de la Palabra de Dios – Esta reconstrucción espiritual es obra de la Palabra de Dios que ahora, en el pueblo de Israel que ha regresado del exilio, recupera su centralidad. 

Los libros de Esdras y Nehemías (los “libros de la reconstrucción”) dan testimonio del gran amor que Israel ha encontrado por la Palabra del Señor, a la cual dedica tiempo y espacio y el lugar más digno y visible para su proclamación (como leemos en el capítulo 8 de Nehemías).

Es la centralidad que el Padre Alberione quiso dar a la Biblia y al Evangelio, pues los consideraba los verdaderos operadores de la conversión de nuestro corazón (“Vivan en conversión continua”: poenitens cor tenete) y del retorno espiritual de nuestra familia religiosa a la Palabra de Dios. Es un retorno que comprende el tiempo: el Padre Alberione nos enseñó a marcarlo con las “jornadas” y las “semanas del Evangelio”, las “exposiciones bíblicas”, el “Año bíblico” (y ahora con toda la Iglesia, el “Domingo de la Palabra de Dios”), y que comprende también el espacio: la Biblia debe ser expuesta en los mejores espacios de nuestras comunidades, de nuestras casas, de nuestras escuelas, de los hospitales, cuarteles, cárceles y dondequiera que vivan y trabajen nuestros contemporáneos.

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