Queridos hermanos y hermanas
Les saludo a todos juntos con ocasión del quincuagésimo aniversario de la muerte del beato Santiago Alberione, fundador de las diversas congregaciones religiosas, institutos de vida secular consagrada y de las agregaciones de laicos que forman la Familia Paulina. Quiero dar las gracias al Superior General de la Sociedad de San que ha sido el intérprete de todos ustedes.
Este aniversario es para la Iglesia, y en particular para ustedes, una ocasión propicia para recordar las grandes cosas hechas por el Espíritu Santo en el beato Alberione y a través de él, y para reafirmar la importancia de su carisma en el contexto actual, en la perspectiva de la nueva evangelización. En efecto, con gran clarividencia su Fundador supo captar para el siglo XX la necesidad de que la “Palabra de Dios corra” (cf. 2 Tes 3,1) y se difunda utilizando y aprovechando los instrumentos y lenguajes más eficaces que ofrece el progreso tecnológico.
La figura de este testimonio ejemplar de la Palabra se nos presenta vívidamente en el “retrato” que de él hizo San Pablo VI: “Humilde, silencioso, incansable, siempre vigilante, siempre recogido en sus pensamientos, que iban de la oración al trabajo, siempre atento a escudriñar los “signos de los tiempos”, es decir, los modos más ingeniosos de llegar a las almas”. Y así continuó el Papa: “Nuestro p. Alberione ha dado a la Iglesia nuevos medios para expresarse, nuevos medios para dar vigor y amplitud a su apostolado, nueva capacidad y nueva conciencia de la validez y posibilidad de su misión en el mundo moderno y con medios modernos” (Discurso a la Familia Paulina, 28 de junio de 1969).
Estas expresiones, queridos hermanos y hermanas, les conciernen individualmente y como familia religiosa. Interpelando en la concreción de vuestra vida de consagrados, que reciben de la oración la capacidad de escrutar los “signos de los tiempos” para adaptar los proyectos apostólicos a las situaciones y necesidades de los hombres de hoy.
El p. Alberione repetía a menudo que vuestro verdadero fundador es el apóstol Pablo. Siempre lo mostró como inspirador y padre, como modelo a imitar en la entrega total al Señor Jesucristo y a su Evangelio, dejándose llevar por su amor en el camino de la santificación. Y su fuerte y clara intuición fue que este camino es para ustedes el camino del apostolado, es decir, el servicio a los hermanos y hermanas sedientos, quizás sin saberlo, de la luz y la alegría del Evangelio. Y esa es precisamente la pasión por el Evangelio. Pasión por el Evangelio, enfatizo esto. Porque el Evangelio no se puede vivir sin pasión. El Evangelio de solo palabras no funciona: el Evangelio sale del corazón, de la pasión… Es precisamente la pasión por el Evangelio la que brilla en sus innumerables iniciativas apostólicas, animadas por la misma motivación y propósito que encontramos en el Apóstol cuando escribe: “Aunque fui libre de todo, me hice servidor de todos para ganar el mayor número… Me hice débil con los débiles, para ganar a los débiles; me hice todo para todos, para salvar a alguien a cualquier precio. Todo lo hice por el Evangelio, para compartirlo con ellos” (1 Cor 9,19-23).
Y es siempre san Pablo quien sugirió a su fundador el modo en que el apostolado de vuestra familia religiosa, aunque diversificado, puede considerarse “único”, como lo es vuestra espiritualidad (cf. Ef 3,10). Es en este sentido que todos son, por derecho propio, “paulinos”, porque todos son espiritualmente hijos e hijas de San Pablo, con una misma tensión espiritual hacia Jesucristo, el Maestro, el Camino, la Verdad y la Vida. Y cada congregación e instituto paulino aporta su particular contribución al servicio de la evangelización. La Sociedad de San Pablo y las Hijas de San Pablo a través de la publicación de libros, periódicos, multimedia y digital. Las Pias Discípulas del Divino Maestro a través del apostolado litúrgico, sacerdotal y eucarístico. Las Hermanas de Jesús Buen Pastor en la pastoral parroquial. Las hermanas del Instituto Reina de los Apóstoles con el apostolado vocacional, ¡es lo que se necesita hoy! -Y luego está la contribución específica de los institutos de vida secular consagrada: el Instituto San Gabriel Arcángel; el Instituto María Santísima Anunciación; el Instituto Jesús Sacerdote y el Instituto Santa Familia. Los miembros de estos Institutos, así como los Cooperadores Paulinos, sirven al Evangelio sobre todo en el diálogo con el mundo contemporáneo -que es un poco la piedra angular de toda la espiritualidad paulina- en el que, como laicos y seglares, están plenamente insertados.
Es cierto que el desarrollo tecnológico ha llevado a toda la comunidad eclesial a asumir los modernos instrumentos de comunicación como elementos de la pastoral ordinaria. Sin embargo, vuestra presencia sigue siendo hoy necesaria -es más, diría que cada vez más- animada por vuestro propio carisma y enriquecida por la experiencia de trabajar “sobre el campo”. Esto es decisivo.
En el contexto del camino sinodal que hemos emprendido, les pido que no dejen de aportar su contribución. Por eso les animo a trabajar juntos, en red, aportando cada uno lo suyo, según el deseo del beato Alberione
Cincuenta años después de su nacimiento en el cielo, las celebraciones de su fundador les ofrecen la oportunidad de reconocer aún mejor el valor profético de su testimonio. Siguiendo su ejemplo y por su intercesión, elijan también ustedes los medios de comunicación como su “púlpito”, para que, como él mismo dijo, puedan dar a conocer a Jesucristo a los hombres de nuestro tiempo con los medios de nuestro tiempo. Les agradezco su compromiso y, sobre todo, rezo. No olviden la oración. Es el medio de comunicación más importante: comunicar allí [señala hacia arriba]. Si me comunico con todo el mundo y no con el Señor, la cosa está mal. Trabajo y oración, para que el pueblo santo de Dios se alimente cada vez más de la Palabra de Dios. Buscar “en todo y con todo el corazón, en la vida y en el apostolado, sólo y siempre, la gloria de Dios y la paz de los hombres” (cf. p. Alberione, Oración de alianza con Dios).
Que María, Reina de los Apóstoles, les acompañe por los caminos del mundo como apóstoles y apóstolas del Evangelio, siempre abiertos a “aprender de la gente común”, como le gustaba decir al p. Alberione. Yo también te acompaño con mi oración y mi bendición. Y por favor, les pido que recen por mí. Gracias.
Papa Francisco