Los laicos han estado en la vida paulina desde sus comienzos en 1914 cuando Don Alberione fundó la Sociedad de San Pablo. Pensaba incluso constituir su obra con personas totalmente laicas, pero desde 1908, con miras a dar unidad y continuidad a su misión la pensó como institución de vida religiosa. Los laicos aparecerán como Cooperadores Paulinos en 1917, haciendo parte de la Familia Paulina y, en 1960 como institutos de vida consagrada en el mundo y agregados a la Sociedad de San Pablo: Instituto de nuestra Señora de la Anunciación para señoritas, Instituto San Gabriel Arcángel para varones, Instituto Jesús Sacerdote para sacerdotes diocesanos e Instituto Santa Familia para parejas de casados.
A la mayoría de los laicos que han trabajado con la Familia Paulina no se les ha dado la categoría de Cooperadores Paulinos, en el sentido de que no han sellado su compromiso de trabajo con promesas, con responsabilidades en el campo de la espiritualidad paulina, de vinculación estatutaria a alguna de las ramas de la Familia Paulina.
La llamada a ser Cooperador Paulino es una verdadera vocación, es un proyecto de vida. Dios puede llamar a ser Cooperador Paulino a una mamá, un profesor, un médico o un comerciante, un periodista, un empleado público, un policía, una persona joven, adulta o también anciana. Cada cual, viviendo en su condición, puede realizar su vocación, ser partícipe del espíritu paulino y colaborar, según sus posibilidades, en el apostolado de la Iglesia y de la Familia Paulina.
¿Qué papel han jugado estos colaboradores paulinos en el desarrollo de la labor evangelizadora de la Familia Paulina en Colombia-Ecuador-Panamá, Centro América y El Caribe? Estos colaboradores paulinos siempre han estado en todas las obras del padre Alberione. Son paulinos con todos los derechos porque han tocado y tocan todos los aspectos de la vida paulina: el sacerdocio, el discipulado, los apostolados, las inserciones, las fundaciones, las actividades económicas.
Los institutos paulinos de la provincia Colombia, Ecuador, Panamá, Centro América y El Caribe han ido encarnando la evangelización paulina en estos territorios desde 1947 con la llegada de la Sociedad San Pablo, de las Hijas de San Pablo, de las Pías Discípulas del Divino Maestro, de las Hermanas Pastorcitas, de los Institutos de Vida Secular consagrada y de los Cooperadores Paulinos.
Hay quienes han ofrecido su amistad y su influencia para sacar adelante los diferentes proyectos de misión. Otros han movido el apostolado con sus aportes intelectuales, profesionales y económicos. Muchos cooperadores han ofrecido tiempo como colaboradores voluntarios en sus desempeños.
Cuando hoy se habla de formación de los Cooperadores Paulinos, no es otra cosa que llevar a los Cooperadores Paulinos a una toma de conciencia de lo que el mundo requiere en la actualidad: la luz del Evangelio. Verdaderos discípulos de Cristo, cada uno desde sus diferentes áreas de trabajo. Entrega total en el servicio y en el amor al prójimo.