Familia Paulina, la celebración de la fiesta patronal no es solo el día 30, sino todo el mes de junio, pues procuramos dedicarlo a profundizar en nuestra identidad y misión inspiradas en el gran Apóstol de todos los pueblos. Su persona y su obra son tan grandes, que nunca terminaremos de aprender de ellas. El propio P. Alberione nos lo advierte y recomienda: «Conocer mejor a san Pablo; se ha escrito mucho sobre su personalidad humana y espiritual; pero todavía queda mucho por decir. “Conoce a tu padre…”» (CISP 601-602).
La herencia carismática recibida de nuestro Beato Fundador nos enseña a considerar a San Pablo como el Maestro por excelencia, en la medida en que supo configurarse con el Maestro Divino, es el apóstol incansable que dedicó todas sus energías a abrir caminos nuevos al Evangelio de Cristo Resucitado, hasta los confines de la tierra (Hch 1, 8); es nuestro modelo de oración, ya que nos recuerda que la meta de todo camino espiritual es poder llegar a decir con él: “es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20); es el mejor intérprete de Jesucristo: «El más afortunado –el más grande–, el más completo intérprete e imitador de Cristo» (cf CISP 147; Pr UP 567); es el misionero por antonomasia que aprovechó todos los recursos y estrategias para llegar a las más variadas culturas con la Palabra de Dios y el anuncio pascual de Cristo; es el “arquitecto de la Iglesia”, por su admirable capacidad organizativa al servicio de la vida cristiana en las comunidades cristianas fundadas y visitadas por él, personalmente o a través de sus emisarios o sus cartas; y, sobre todo, es el hombre del equilibrio, como repetidamente lo dice el P. Alberione, por haber sabido armonizar dos elementos aparentemente opuestos: la contemplación y la acción (cf Catequesis Paulina, pp. 173-175).
Las enseñanzas e insistencias del Papa Francisco en sus documentos y catequesis acerca de nuestra identidad como discípulos misioneros del Señor, en la vida y obra de San Pablo encuentran una preciosa inspiración y sustento: ser Iglesia en salida, crear cultura del encuentro, ir a las periferias existenciales para llevar el gozo del Evangelio, encarnar la sinodalidad en el modo de ser y vivir como Iglesia, etc., son ideales que encontramos hechos realidad en la manera como el apóstol Pablo organizaba a sus comunidades y las animaba con sus palabras, sus exhortaciones, sus ejemplos.
Que por intercesión del mismo San Pablo, sepamos corresponder al maravilloso desafío de conocer mejor a nuestro padre e inspirador y parecernos cada vez más a él en nuestros procesos de conversión, de santificación y de misión evangelizadora paulina en el mundo.