PARA CONOCER AL BEATO SANTIAGO ALBERIONE

La vida de estudio (Entrega 21) Los estudios teológicos, en el seminario albés, comprendían cuatro años de dogmática y sagrada Escritura, más un bienio de moral. Los clérigos eran admitidos a la ordenación durante el primer año de moral, y en seguida comenzaban a ejercer el ministerio en las parroquias de la ciudad o en los pueblos, a los que acudían habitualmente a pie. Si el pueblo que se les asignaba estaba lejos, salían el sábado por la tarde y volvían en las primeras horas del lunes. Los días ordinarios solían celebrar en las iglesias o en las capillas de la ciudad.

UN APÓSTOL DE LA COMUNICACIÓN SOCIAL

Los nuevos sacerdotes tenían una pequeña habitación individual para el estudio, aunque los más jóvenes compartían a menudo la habitación con uno o dos compañeros, según la capacidad de los locales. A las clases se dedicaban dos horas diarias, siempre por la mañana. Todo el resto del tiempo se consagraba al estudio. De este modo se favorecía mucho la iniciativa personal, y el alumno tenía mayores posibilidades de sacar provecho de sus dotes personales de inteligencia y de aplicación.

El joven Alberione− ¿es preciso insistir? −cómo era costumbre suya desde hacía años, dedicaba ando el tiempo libre a la lectura y al estudio. Durante las vacaciones de verano de 1903, trazó en una hoja unas pocas palabras muy significativas: “Si me tijo en lo que estudio, tue parece imposible que pueda hacer algo más. Si me fijo en cuántas otras cosas hago, me parece imposible que pueda estudiar aún.”

Con las lecturas de historia, que llenaron gran parte de su tiempo también en sus primeros años sacerdocio, solía ahora alternar las de índole litúrgica, si es verdad, como dicen sus apuntes biográficos, que “le sirvieron mucho” los mejores autores que escribieron de liturgia desde el siglo XIII hasta nuestros días, y que leyó asiduamente la revista “Ephemerides liturgicae”, a la que añadió la “Rivista litúrgica” desde que comenzó sus publicaciones en 1914.

A un estudio cada vez más amoroso de la liturgia fue alentado sin duda, en su primer año de dogmática, por las directrices del nuevo pontífice Pio X que con ocasión del centenario de san Gregorio Magno quiso restaurar el conto sacro en las fundaciones litúrgicas, recomendando cálidamente el gregoriano y el polifónico afín.

 

También el obispo de Alba, que desde hacía algún tiempo había empezado a introducir más a menudo, en su predicación, las enseñanzas dogmáticas y morales contenidas en las oraciones litúrgicas, contribuía con su ejemplo a encauzar más decididamente por el camino de la liturgia al joven Alberione, siempre atento a aprender de todos y a prepararse mejor para su misión de guía de masas.

 

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Cooperador Paulino
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