La experiencia del “Dios con nosotros”, que los discípulos históricos de Jesús han hecho, ahora viene propuesta a cuantos les ha llegado el Evangelio de Jesús y a cuantos miran a su persona como Mesías y Salvador.
Ésta es la misión que Jesús confía a sus discípulos históricos: “Vayan y hagan discípulos (es mejor la traducción: “enseñen”) a todos los pueblos…” (28,19).
Se trata de volver a proponer su vida en común con Jesús, su amistad con él, su confianza y esperanza, las expectativas y horizontes, que el estar con él, ha infundido en ellos.
Acogiendo a la persona de Jesús y experimentando su presencia de Emanuel, las comunidades cristianas, de toda época, hacen de Jesús “el Viviente” y lo hacen contemporáneo.
La expresión de la cita de Mt 28,20 “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (entendida también como sinónimo de Emanuel), revela la presencia de Jesús en estas comunidades que, no obstante, lo lejos en el tiempo de los Discípulos del Evangelio, viven de nuevo la experiencia y lo sienten palpitar vivo entre ellos.
Probablemente, es por esta continuidad de vida y de fe entre la generación de Jesús y a las muchas que siguen, que el evangelista Mateo ha “renunciado” a la descripción de un Jesús que “es quitado de en medio de los suyos” (Lucas en Act 1,11), en favor de un Jesús-Emanuel, en medio de los suyos “hasta el fin del mundo”, es decir por siempre. El evangelista Mateo, de hecho, es el único que no describe la Ascensión de Jesús.