CAMINANDO JUNTOS EN CONVERSIÓN HACIA LA SANTIDAD

El mes de noviembre trae para todos nosotros el recuerdo de nuestra vocación fundamental a la santidad. En efecto, la Fiesta de todos los Santos con la que iniciamos el mes, no solo celebra las virtudes heroicas de quienes la Iglesia declara oficialmente modelos de vida cristiana e intercesores ante Dios, sino que también renueva en todos nosotros la firme convicción de haber sido “elegidos en Cristo, antes de crear el mundo para ser santos e irreprochables en la presencia de Dios, mediante el amor” (Ef 1, 4).

A la luz del Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad, este año se nos invita a reconocer que el camino de la santidad no se recorre de manera individual, sino en comunión y participación, en orden a la misión evangelizadora, como lo manifiesta la “Carta de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos al Pueblo de Dios”, del pasado 25 de octubre del año en curso: “Día tras día, hemos sentido el apremiante llamamiento a la conversión pastoral y misionera. Porque la vocación de la Iglesia es anunciar el Evangelio no concentrándose en sí misma, sino poniéndose al servicio del amor infinito con el que Dios ama el mundo (cf. Jn 3, 16).”

Y para ello, “la Iglesia necesita absolutamente escuchar a todos, comenzando por los más pobres. Eso requiere, por su parte, un camino de conversión, que es también un camino de alabanza: ‘Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños’ (Lc 10, 21) […] La Iglesia necesita también escuchar a los laicos, a las mujeres y a los hombres todos llamados a la santidad en virtud de su vocación bautismal: el testimonio de los catequistas, que en muchas situaciones son los primeros en anunciar el Evangelio; la sencillez y la vivacidad de los niños, el entusiasmo de los jóvenes, sus preguntas y sus peticiones; los sueños de los ancianos, su sabiduría y su memoria. La Iglesia necesita escuchar a las familias, sus preocupaciones educativas, el testimonio cristiano que ofrecen en el mundo de hoy.” […] Debe también dejarse interpelar por la voz profética de la vida consagrada, centinela vigilante de las llamadas del Espíritu.

Como Familia Paulina, queremos acoger en este mes estas insinuaciones y exhortaciones, que son plenamente compatibles con la riqueza y profundidad de nuestra espiritualidad y nuestro carisma apostólico al servicio del Evangelio. ¡Que nuestro Beato Fundador, el P. Alberione, cuya memoria litúrgica celebraremos en este mismo mes, interceda por todos nosotros, para que podamos corresponder, como él lo hizo, a nuestra vocación a la santidad en sinodalidad y en espíritu de conversión pastoral!

 

Danilo A. Medina L., ssp.

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