LOS CUATRO EVANGELIOS PARA EL DISCÍPULO DE NUESTRO TIEMPO
Primo Gironi, ssp
(Entrega 30)
6a. “SENTARSE A LOS PIES DEL MAESTRO”
También el Nuevo Testamento conoce la relación maestro/discípulo. Los Evangelios documentan con frecuencia la presencia de “discípulos de Juan el Bautista”, de “discípulos de los Fariseos” y de “discípulos de Jesús” (Mt 9, 14).
Por esto la expresión “estar sentado a los pies del maestro” indicaba al discípulo que había escogido al propio maestro y se formaba en su enseñanza; en Hechos 22, 3, Pablo se presenta a sí mismo “a los pies de Gamaliel”, un gran rabí de su tiempo.
Esta enseñanza era impartida ordinariamente en la “Casa de estudio”, como era llamada la sede del maestro (en hebrero, Bet Midràsh).
Jesús mismo es presentado en los Evangelios en actitud de “estar sentado” y con los discípulos (o las multitudes) “a sus pies”. Era la actitud habitual del maestro, con la cual se quería expresar la grande importancia de la enseñanza que venía impartida y el cuidado particular con el cual venía trasmitido. Ejemplo característico es el “Discurso de la montaña”, pronunciado por Jesús con esta actitud: “Viendo la multitud, Jesús subió al monte, se sentó y se le acercaron a él sus discípulos” (Mt 5, 1).
Un antiguo texto judio describe así las etapas que se sucedían en la formación cultural y religiosa entre los hebreos:
“A los 5 años comienza el estudio de la Torá (es decir la Biblia); a los 10 años, el estudio de la Mishnàh (que es la recolección de las tradiciones orarles cercanas al texto escrito de la Biblia); a los 13 años comienza la obligación de la observancia de los mandamientos y de las prescripciones de la ley mosaica ; a los 15 años comienza el estudio del Talmùh (una amplia recolección de los escritos de las grandes maestros de Israel); a los 18 años se celebra la Kuppàh (es decir el matrimonio)” (Tratado “Los Capítulos de los Padres” 5, 23).
Concluido este itinerario el joven, que quería abrazar la profesión del escriba o del juez o del rabí, seguía los estudios transfiriéndose a la ciudad, donde entraba a la escuela de un maestro famoso quien le impartía una adecuada formación.
Los escritos de la tradición judaica no orientaban a favorecer esta formación, cuando afirmaban: “Consigue un maestro de Torá” (Tratado “Los Capítulos de los Padres” 1, 6).
En el Evangelio de Mateo está documentado el esfuerzo de los fariseos para reunir discípulos también entre los “prosélitos” (término griego que indicaba los extranjeros residentes en Tierra Santa). En su escuela, sin embargo, la formación de estos “discípulos” no podía alcanzar la plenitud ofrecida por la persona o palabras de Jesús. De hecho el Evangelista critica el método y denuncia el fracaso: “Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para lograr un solo prosélito y, cuando lo han logrado, lo convierten en hijo de la Gehena dos veces peor que ustedes” (Mt 23, 15).