Beato Santiago Alberione
EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA
(Entrega 9b)
Continuando con el conocimiento de la obra escrita por nuestro fundador beato Santiago Alberione: “La mujer asociada al celo sacerdotal”, hoy con mucho gozo, le damos gracias a Dios por la participación de la mujer en la misión de la Iglesia.
Les deseo dar a conocer algunas misiones de algunas de ellas en la historia de la Iglesia.
¡Cuántas santas, que veneramos en los altares, dotadas de humildad heroica, no alentaban en el bien solo a mujeres y muchachas, sino que, aprovechando toda ocasión, estimulaban el celo de los mismos ministros del Señor, los pastores de las almas, los obispos y los papas! Basta ver lo que hacían santa Brígida (1303 1373) santa Catalina de Siena (1343-1380) santa María Magdalena de Pazzi (1566-1607) santa Teresa (1515-1582) santa Juana Francisca de Chantal (1572-1641) y otras muchas. Cuando se trataba de promover la gloria de Dios y la salud de las almas no solo rezaban, sino que amonestaban y exhortaban a las personas con más elevada dignidad en la Iglesia; y éstas no se ofendían, al contrario, alababan ese celo y sacaban provecho.
Santa Juana de Chantal, para tenerlo bien presente, escribía en una hoja encontrada después de su muerte: “Es preciso que te acuerdes de pedir al monseñor de Ginebra (san Francisco de Sales 1567-1622) que haga instruir a la gente plebeya sobre el modo de oír la santa misa con reverencia y devoción y de hacer por la mañana el ofrecimiento al Señor de todas las acciones del día”. ¿Es que un san Francisco tenía necesidad de admoniciones para cuidar a su grey? Sin embargo, la santa, creyéndolo útil, no dejó de dárselas, y san Francisco enseguida obtuvo provecho. Leemos también acerca de santa María Magdalena de Pazzi: “Ardiente de celo por las almas, olvidándose casi de su sexo y de su condición de monja, impulsada por el Espíritu divino, daba saludables consejos a Juan de Médicis, arzobispo de Florencia, luego papa León X. (1475-1521) quien le hacía caso y dictaba cartas para los superiores de casas religiosas con el fin de que reformaran los abusos”.
A María de Médicis, (1573-1642) reina de Francia, le encomiaba calurosamente aquella ínclita religión que fue siempre la más perseguida en el mondo, y que entonces había sido prohibida en Francia; asegurándole que haría un gran servicio a la divina gloria comprometiéndose ante el rey su esposo para que en Francia las cosas volvieran a su cauce. Con gran calor exhortaba a aquella reina a emplearse con el fin de que allí se extirparan las herejías y la gran nación retornase a la piedad en que se había distinguido en tiempos del rey Ludovico. (778-840).
En la vida de santa Catalina de Siena se describe el matrimonio místico de su alma con el esposo divino Jesucristo. Y enseguida después se lee la orden que le dio el Señor: “Yo quiero que tus virtudes sean fecundas, no solo para tu alma sino también para la de tu prójimo. Yo quiero unirte a mí con los lazos de la caridad hacia los demás. Tú sabes que dos mandamientos, el amor del prójimo y el amor de Dios, encierran toda la ley: ellos deben servirte como de pies para caminar y de alas para volar y traerme almas…”.
Santa Germana Cousin (1579-1601) no era más que una pastorcita enferma, escrofulosa, maltratada por la madrastra; pero en su corazón ardía el fuego del celo. Mientras las ovejas pacían en las laderas de los montes o estaban cerradas en el aprisco, ella se recogía con niñas y niños, enseñándoles el catecismo, a ser buenos, a huir del pecado.