Los grandes discursos de Jesús en el Evangelio de Mateo
Dos son, sobre todo, los elementos que, permiten que sobresalga en Jesús la figura del maestro. El primero – sobre el que nos detendremos en esta reflexión – está constituido por los cinco grandes discursos que conforman las vértebras (otros estudiosos prefieren hablar de “catedral”) del Evangelio según san Mateo.
En estos discursos, particularmente en el destacado en Mt 5-7 (conocido comúnmente como “el discurso de la montaña”) Jesús es presentado con las características de legislador, de educador y de intérprete de la Revelación que Dios ha hecho de sí mismo a su pueblo en el Antiguo Testamento.
Jesús actúa con las mismas “técnicas” de los maestros de su tiempo, a quienes les gustaba trasmitir sus enseñanzas con la riqueza de su tradición religiosa (llamada “tradición de los antiguos”, trasmitida en forma oral).
Pensemos solo al cuidado que Jesús da al estilo de los maestros de las escuelas rabínicas de su tiempo, para que se gravara su enseñanza en la memoria de los oyentes. Veamos unos ejemplos.
- Las siete partes del “Padre nuestro” (6, 9-13).
- Las siete enseñanzas del discurso en parábolas (cap. 13).
- Los siete “lamentos” contra los fariseos (23, 13-32)
- Los siete demonios expulsados y vueltos a la casa limpia (12, 43-45)
- Siete son los panes y siete las cestas sobrantes del milagro de la segunda multiplicación de los panes (15, 32-39).
- Tres son las prácticas propuestas por Jesús en sintonía con la tradición religiosa de Israel (limosna, oración y ayuno; cf. Mt 6, 1-6).
- Dos son los endemoniados que Jesús libra en la localidad de Gerasa (Marcos habla de uno solo), como dos son los ciegos curados en Jericó (mientras que Marcos habla de uno solo).
En la visión bíblica el número siete indica perfección, el tres es símbolo de armonía, mientras que el dos indica la autenticidad del testimonio (y a su vez indica su fundamento en las dos tablas de la ley sinaítica).
Esta armonía numérica, utilizada en la enseñanza rabínica, coloca a Jesús junto a los
maestros de las escuelas rabínicas de su tiempo.
En este sentido él no ha venido “para abolir” o fracturar algo en la Revelación que Dios ha hecho de sí mismo, sino para garantizar su validez y continuidad (“En verdad les digo: mientras dure el cielo y la tierra, no pasará una letra o una coma de la Ley hasta que todo se realice”: 5, 18).
Los grandes discursos de Jesús en el Evangelio de Mateo, sin embargo, indican también una importante etapa en el progreso de la Revelación. Es lo que Mateo llama con el nombre de “cumplimiento”: “No crean que yo he venido a abolir la Ley o los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar pleno cumplimiento” (5, 17). Trasmitida por Moisés y los Profetas, la primera Revelación no está destinada a permanecer cristalizada.
Ella (la Revelación) necesita de un continuo crecimiento, de un continuo progreso que convergen en la persona de Jesús y en su palabra reveladora.
(Continuará)