Acerca de san José, nuestro Beato Fundador, el P. Alberione, con hermosas expresiones llega a afirmar que “Es el primer santo después de la santísima Virgen María, su esposa, a pesar de que él no sea el verdadero padre de Jesús, ni un apóstol, ni un sacerdote. Es el primer colaborador de la redención después de María, por el cumplimiento de las profecías, por proteger ante el mundo la virginidad de María, por salvar al Niño Jesús, por traerlo de Egipto y vivir con él en Nazaret, por acompañarlo al templo de Jerusalén cuando Jesús tuvo doce años, por cumplir su cometido de padre adoptivo, por guiar a la Sagrada Familia y ser su proveedor, etc. Fue el santo del silencio, del trabajo y de la docilidad. Fue siempre virgen, siempre pobre, siempre obediente. No se dejaba ver, pero su misión fue preparar al mundo al Sacerdote, al Maestro, a la Hostia de reparación. En suma, la gran obra” (Ut Perfectus Sit, IV, 190).
Todos los miembros de la Familia Paulina estamos llamados a aprovechar este mes para avanzar en nuestro empeño de santificación y de cumplimiento de nuestra misión evangelizadora, siguiendo el modelo que tenemos en el laborioso y humilde san José, y en nuestra Madre, Maestra y Reina, María santísima, pues ella “es quien nos da a Jesús y lo forma en nosotros” (UPS, IV, 236).
Acojamos, una vez más, la invitación y exhortación de nuestro Beato Fundador: “Tened a María por confidente en todo. No vayáis a la lucha sin el arma del rosario. Vuestro celo será siempre más sobrenatural, prudente, conquistador. Vosotros, los que queréis llevar a todos al Señor, a la salvación eterna, infundid una verdadera devoción a María en cada alma, en cada familia, en cada región, en la Iglesia y en el mundo” (UPS, IV, 277).
Danilo A. Medina L., ssp.