El próximo domingo 23 de octubre se celebra la Jornada Mundial de las Misiones (Domund), con el tema tomado de los Hechos de los Apóstoles 1, 8: «El Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra».
En camino a constituir una Iglesia totalmentemisionera, en la que todos los fieles sean testigos y misioneros de Jesucristo, el papa Francisco explica que el Señor “tiene una llamada que hacernos a la misión”. Pero esta debe ser “comunitaria y no personal”, evitando así que algunos vayan por libre…Sumado a esto, explicó también cómo llevar a cabo la misión de manera efectiva: «Exhortoa todos a retomar la valentía, la franqueza, esa parresía de los primeros cristianos, para testimoniar a Cristo con palabras y obras en cada ámbito de la vida».
En este punto -señala Francisco- tiene sustento el carácter universal de la misión de los discípulos, como “un movimiento geográfico centrífugo” que debe expandirse hasta los confines del mundo, adonde los discípulos son enviados no a hacer proselitismo, sino a cumplir su vocación de anunciar a Jesús.
Y el Santo Padre recuerda en su mensaje que «los discípulos de Jesús, que antes eran débiles, temerosos y cerrados, dieron inicio al periodo de evangelización del mundo. El Espíritu Santo los fortaleció, les dio la valentía y sabiduría para testimoniar a Cristo delante de todos». Por eso, todo discípulo misionero de Cristo está llamado a reconocer la importancia de la acción del Espíritu Santo, a vivir con Él en lo cotidiano y a recibir constantemente su fuerza e inspiración.
El Papa anima a vivir “conectados” con el Espíritu Santo, aun en situaciones de bajo rendimiento: “Cuando nos sintamos cansados, desanimados, perdidos, acordémonos de acudir al Espíritu Santo en la oración, que tiene un papel fundamental en la vida misionera, para dejarnos reconfortar y fortalecer por Él”.
Es un hecho esperanzador que el “Papa de la alegría” nos invite a seguir soñando con una “Iglesia totalmente misionera”. Esto nos exige a todos, tal como concluye el documento, que reavivemos nuestro Bautismo, para que nos lancemos sin temor a recomponer hoy nuestra condición de “profetas, testigos y misioneros del Señor”.
Siendo así y dada la urgencia de la misión ad gentes-y también la misión urbana-, va a ser necesario, en esta última, ser “un profeta en tu tierra”. No hay por qué esperar más.