Con gran alegría, en el contexto de la preparación al intercapítulo, hemos recibido la visita de nuestras hermanas del Gobierno General: Sr. Anna Caiazza, superiora general, Sr. Bruna Fregni, consejera de apostolado/comunicación, Sr Donna Giamo, consejera de apostolado/comunicación y Sr. Annamaria Gasser, ecónoma general.
Con gran espíritu misionero, estas hermanas visitaron todas las ciudades donde estamos presentes tanto en Colombia, como en Ecuador: Barranquilla, Cúcuta, Medellín, Manizales, Cali, Quito y Bogotá, acompañando y escuchando no solo a las hermanas, sino también a los colaboradores y cooperadores. La insistencia ha sido siempre buscar la centralidad en el Señor y en su Palabra, cultivando la vida del Espíritu, para reproducir el estilo de vida de Jesús, como lo recomendó el beato Santiago Alberione.
Han recalcado que «gobernar es un alto ejercicio de caridad», buscar siempre mantener viva la fe, viendo en los demás un don, y poniéndose al servicio de la unidad, la comunión, el diálogo y la escucha. En fin, sentimos y experimentamos, con su presencia, la misma voz del Espíritu Santo que siempre habla recordándonos lo propio de sentirnos familia a través de las actitudes de acogida y compromiso apostólico. A través de su actitud de escucha, sentimos su deseo de acompañarnos y salir al encuentro de tantas inquietudes y sueños.
En este contexto también se llevó a cabo la asamblea del SAL (Secretariado de apostolado latinoamericano), en el que participaron también las hermanas Zoila (América Austral), Hortensia (México), Marlene Konsen, Luzia Rodrigues (Brasil), Gabriela (delegación Perú-Bolivia), Mariela y Verónica (Venezuela-Puerto Rico-República dominicana), Donald y Marlyn (Estados Unidos), Luz Helena Arroyave, Luz Marina Plata, Stella León (Colombia).
Al día siguiente tuvimos la alegría de celebrar los 25 años de profesión religiosa de la Hna. Carmen Alicia Villarreal y los 50 años de las hermanas: Luzia Rodrigues y Ana Marlene Konsen, un tiempo de gracia que revitaliza nuestra vida y vocación paulina.
No nos queda más que decir: Gracias Señor, por tanto. Sea esta una experiencia que nos revitalice y nos permita ser signos del amor de Dios para nuestros pueblos