Como Familia Paulina, iniciamos este mes de julio iluminados por la intención mensual que nos propone la Agenda Paulina, y que se inspira en las enseñanzas y oraciones que nos legó nuestro Beato Fundador: “Jesús Maestro, te doy gracias y bendigo la generosidad de tu corazón por el gran regalo del Evangelio… ¡Que todos lo conozcan, lo honren y lo acojan! ¡Que se amolden a él la vida, las leyes, las costumbres y las ideologías de los hombres! ¡Que encienda, ilumine y caliente a todos el fuego traído por ti a la tierra!”
Así como lo fue para san Pablo, también para nosotros el Evangelio, antes que una teoría o un texto, es ante todo un don divino, una gracia, porque es Cristo mismo, muerto y resucitado por nuestra salvación (cf Gal 1, 6-7.11-12). Por eso, estar al servicio de ese Evangelio, más que fuente de privilegios o ventajas humanas, es una gran responsabilidad: “Anunciar el Evangelio no es para mí motivo de orgullo, sino un deber que me encargaron, y ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!… Y todo lo hago por el Evangelio” (1 Cor 9, 16.23).
Pero, así como reconocemos en el Evangelio un regalo de la infinita y generosa misericordia del Señor, también encontramos en él una gran misión y tarea que nos compete: encarnarlo en nuestra propia vida, difundirlo y hacerlo conocer por todas partes, para que se convierta en la norma de vida de quienes lo acojan y reciban. En efecto, el gran desafío que se nos plantea es proclamar la Buena Noticia de tal manera, que la vida y enseñanza de Jesucristo se convierta en el paradigma y modelo que inspire todas las dimensiones de la existencia humana.
Sobre nosotros, miembros de las Congregaciones e Institutos de la Familia Paulina, pesa la gran responsabilidad de hacer que la luz del Evangelio se irradie “hasta los confines de la tierra”, de modo que la cultura, las artes, la política, la economía, las ciencias y todas las expresiones humanas sean permeadas por Evangelio y asuman sus valores, que son los únicos capaces de forjar un mundo nuevo en justicia, solidaridad y paz, según el designio amoroso de Dios
Danilo Medina L., ssp.