El nombre “Maestro”, restablecido en su validez evangélica y rico de las intenciones salvíficas expresadas por Cristo, puede convertirse en una síntesis: y como tal lo encontramos frecuentemente utilizado por nuestro Fundador, que siempre implica la dimensión «Camino, Verdad y Vida».
«La devoción al divino Maestro es un tema que no se puede agotar: es más, no es una devoción, sino la devoción.
El Instituto profesa el culto al divino Maestro, viviente en la Eucaristía, viviente en el Evangelio, viviente en la Iglesia, viviente aún en la Congregación, ya que ella tiene el oficio de enseñar: “Enseñar a todos los pueblos” (Mt 28, 19).
En este sentido todavía tenemos mucho que hacer, ya que el mundo sigue rodeado en gran medida de ignorancia religiosa.
Como miembros del Instituto tenemos también el deber de trabajar para que la devoción al Divino Maestro se extienda por todo el mundo. Aquí está la salvación: «Para que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a aquel a quien has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).
Si las Familias Paulinas permanecen siempre en esta altura, vivirán una vida muy elevada» (Pr DM 39).
Es una gran esperanza y un magnífico compromiso mantener nuestra devoción a Cristo Maestro, camino, verdad y vida. Uno de los servicios más bellos que la Familia Paulina podrá prestar a la Iglesia será el de poner de relieve los valores humanos y evangélicos contenidos en la realidad de Maestro que es enteramente de Cristo. Es una palabra que ha acompañado la historia, es de fácil uso popular y es capaz de hacer sentir aún a Cristo por los hombres en sus luchas y conquistas de pensamiento, de trabajo, de arte, en sus intentos de unidad y de amor, y en su camino definitivo hacia el Padre.
Juan Roatta, ssp