Entre nuestros campesinos es común identificar el mes de abril con el mes de las lluvias. Nosotros, en lugar de decir “abril, aguas mil”, podríamos decir “abril, bendiciones mil”, pues efectivamente en la Familia Paulina este mes trae para nosotros abundantes manifestaciones de la misericordia de Dios, que nos llenan de alegría y nos mueven a la acción de gracias.
El pequeño Santiago crecía sin parecerse a sus hermanos mayores: era más grácil y menos vivaz. Su madre, cuando lo observaba con atención, experimentaba siempre un cierto temor.
Los autores sagrados escribieron los cuatro evangelios escogiendo algunas cosas entre las muchas trasmitidas a voz y ya trasmitidas por escrito
Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.
Entre los múltiples y acertados cambios que ha hecho la Iglesia Católica en las últimas cinco décadas, la participación de los laicos es la más importante, porque ellos cumplen un papel protagónico dentro de las distintas acciones pastorales y evangelizadoras, y son responsables directos de la construcción y mejora de la Iglesia Católica.