
Nuestro seminarista estudió todas las materias de segundo, tercero y cuarto curso de bachillerato con discreto éxito, edificando a sus compañeros y abriendo el corazón de sus superiores eclesiásticos a las más rosadas esperanzas acerca de su futuro sacerdotal
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Debían ser para él tiempos de largas lecturas los tres meses de vacaciones que transcurría cada año en su casa.
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En los estudios, por lo general, Santiago se defendía bien, pero sin sobresalir hasta el punto de llamar la atención de sus compañeros o profesores.
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Santiago era un muchachito sencillo, espontáneo e incluso ingenuo, y siguió siéndolo durante toda su vida, aun cuando en la edad madura dio a menudo la impresión de ser un diplomático consumado.
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Habiendo orientado su vida hacia el sacerdocio, es lógico que Santiago fuera muy sensible al pensamiento de las misiones, que observase con curiosidad a los primeros misioneros que pasaban por su parroquia, y que escuchase con gran atención los primeros sermones oídos acerca de las misiones, probablemente en la Epifanía de 1892.
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