SOR MA. CARLINA – IMELDA CADAVID VELÁSQUEZ

Entra en Congregación un poco más de veinte años, el 20 de septiembre de 1960; emite la primera profesión el 25 de marzo de 1963 y en seguida la profesión perpetua el 25 de marzo de 1968.

En la noche del 28 de abril 2021, en el hospital San Ignacio en Bogotá (Colombia) el Señor Jesús, como esposo vino al encuentro de nuestra Hermana. Sor Ma. Carlina – Imelda Cadavid Velásquez nacida el 9 de diciembre de 1938 en San José de la Montaña, Antioquia (Colombia).

Entra en Congregación un poco más de veinte años, el 20 de septiembre de 1960, después del recorrido de la formación a la vida religiosa en la comunidad Divino Maestro en Bogotá; emite la primera profesión el 25 de marzo de 1963 y en seguida la profesión perpetua el 25 de marzo de 1968.

Por sus dotes artísticas fue dirigida a la pintura y frecuenta la Facultad de Arte y Decoración en la Universidad Javeriana de la Capital.

Sor Ma. Carlina es recordada como una hermana delicada que ha orientado este tramo de su personalidad artística en el diseño y en la pintura, con un cuidado particular por los detalles.

A las manos artísticas de Sor Ma. Carlina, – o Carlinita, como a las hermanas de su comunidad les gustaba llamarla, por su pequeña figura – le fueron confiados los proyectos de construcción de las casas de la Provincia Colombia/Ecuador y sobre todo de las capillas de numerosos Institutos religiosos.

Delicada y responsable en seguir cada proyecto, en todas sus fases, hasta la realización final, no se escatimaba de frente a las fatigas ni a los imprevistos, enfrentando también la confrontación con los trabajadores locales con diligencia y dedicación. Los espacios, los colores, la funcionalidad de los ambientes testimonian su toque fino y exquisito. Su objetivo era ayudar al pueblo de Dios a orar en la belleza.

La creatividad artística del Apostolado Litúrgico en la Provincia, bajo su dirección, se desarrolló también en los diseños del bordado, en las tarjetas de felicitación navideña, de aniversario de consagración, en el arreglo del altar y de las vestiduras litúrgicas: el cuidado de cada aspecto, la atención al detalle y a la armonía conferían el valor agregado de todo aquello que salía de sus manos. De ella las hermanas atestiguan que efectuaba el trabajo ordinario en extraordinario por el refinamiento y la limpieza con que llevaba a término cada trabajo suyo y la refinada combinación de los colores aplicándose con un cuidado, casi maníaco, en cada línea, bordado o diseño: desde estas características se percibía la claridad y la profundidad del mensaje que pretendía transmitir. Creaba, imaginaba y realizaba con la intención de hacer “sacro” el arte, como vía que eleva el ánimo humano y lo conduce a lo divino. Para Sor Ma. Carlina, el arte, el diseño, la imaginación, el color, la música, todo ha sido puesto al servicio del anuncio del Evangelio de Jesús, Belleza que salva al mundo.

Amaba la música y el canto y contribuyó a animar la comunidad orante delante del Señor, tocando la cítara con suave armonía.

La hermana transcurrió la vida consagrada en las diversas comunidades de la Provincia Colombia/Ecuador disponiéndose siempre al servicio, sobre todo con la finalidad de educar a la belleza las comunidades y el pueblo fiel de Dios.

En 1979 llevó a cabo también el servicio de consejera regional con el encargo del desarrollo de la misión litúrgico-artística.

De carácter afable, en la vida fraterna era capaz de proteger la armonía en serenidad; conciliadora en situaciones de conflicto, amaba repetir: “Prefiero tener la paz que tener la razón”. La fuente de tanta paz para Sor Ma. Carlina hay que buscarla en la escucha de la Palabra de Dios, modelada en María, discípula del Espíritu y Reina de los Apóstoles que guardaba cada cosa meditándola en su corazón. Fue una discípula del Divino Maestro que desarrolló la dimensión contemplativa de la vida. Así se formó en ella el arte del detalle, el cuidado de las pequeñas cosas, aquellas que cuentan poco, caracterizándose por su estilo delicado, sereno y tranquilo.

Damos gracias a Dios por habérnosla dado como hermana y compañera de viaje, en la salud y en la enfermedad que sobre todo en los últimos años ha hecho también doloroso su camino. Sufría desde tiempo atrás una fibrosis pulmonar que la debilitó en el tiempo hasta provocarle un infarto que le causó la muerte.

Según la narración evangélica de las vírgenes que salen en la noche al encuentro del Esposo, Sor Ma. Carlina, al grito festivo: “¡He aquí al Esposo!”, vigilante se levantó y con la lámpara de su vida encendida fue introducida en las Bodas, ya que fue encontrada preparada (Mt 25, 1-13).

A ella que ahora ve nuestra realidad en la mirada de Dios, le confiamos a las hermanas de la Provincia Colombia/Ecuador en el proceso de discernimiento para la constitución del nuevo gobierno, a fin de que obtenga a todas sabiduría y esperanza.

Ah, hola

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