Los miembros de la Familia Paulina recibimos y vivimos el mes de agosto con inmensa alegría y gratitud, pues se trata del mes en el cual, cada año, celebramos el aniversario de nuestra existencia en el mundo y en la Iglesia, a partir de la fundación de la Sociedad de San Pablo, el 20 de agosto de 1914. Han pasado ya 108 años, pero nuestro carisma no envejece, al contrario, se actualiza y se renueva con el paso del tiempo. Precisamente porque, siguiendo la intuición de nuestro Beato Fundador, vamos tratando de asumir “los medios más rápidos y eficaces” en la cultura de la comunicación, para convertirlos en areópagos del anuncio del Evangelio del Maestro Divino.
Para inspirar y acompañar la celebración de nuestro aniversario este año, puede sernos muy útil y apropiado, recordar el objetivo general propuesto por el reciente XI Capítulo general de la Sociedad de San Pablo: “Dejándonos transformar por la escucha de la Palabra de Dios, en diálogo con el mundo en profunda metamorfosis, nosotros, “editores” paulinos, nos comprometemos a ser artesanos de comunión, para proclamar proféticamente la alegría del Evangelio”. Se trata de un precioso desafío que es válido y que puede ser adoptado por todos los integrantes de la “admirable Familia Paulina”.
En efecto, nuestra vocación y misión al servicio del Reinado de Dios exige de nosotros caminos de continua, profunda y sincera conversión, a la luz de la Palabra de Dios, que es fuente de “la sabiduría espiritual que conduce a la salvación, mediante la fe en Cristo Jesús” (2 Tm 3, 15). Solo entonces, como fruto de este proceso, y en sintonía con las urgencias pastorales de una humanidad siempre cambiante, podremos, como María, ser “editores” de Cristo, dándolo al mundo como Maestro, Camino, Verdad y Vida.
Las circunstancias actuales que vive la humanidad, muchas veces proponen modelos y proyectos de vida que privilegian el egoísmo, la egolatría, la indiferencia frente al drama que viven nuestros semejantes, especialmente los más pobres y marginados. En respuesta a estas realidades, somos llamados a ser “artesanos de comunión”, en la línea de las enseñanzas recurrentes del Papa Francisco acerca de la sinodalidad. Justamente porque, sólo cuando se construyen la comunión y la participación, es posible proyectarnos a una misión que sea cada vez más eficaz y fecunda en frutos para la gloria de Dios y la paz de la humanidad. El mundo espera y necesita que cada uno de nosotros ˗paulinos/paulinas˗ sea un profeta que anuncia, con palabras y actitudes, el gozo del Evangelio que trae vida y esperanza al mundo.
P. Danilo Medina L., ssp,
superior provincial