INTRODUCCIÓN DEL SANTO PADRE A LAS SERIES SOBRE LA ORACIÓN PREPARADAS POR EL DICASTERIO PARA LA EVANGELIZACIÓN

Sección para las cuestiones fundamentales de la evangelización en el mundo. La oración es el aliento de la fe, su expresión más propia. Es como un grito silencioso que nace en el corazón de quien cree y confía en Dios.

No es fácil encontrar palabras para describir este misterio. ¡Podríamos recopilar tantas definiciones de oración de los santos y maestros de la espiritualidad, así como de las reflexiones de los teólogos! Y, sin embargo, solo se deja describir en la sencillez de quienes la viven. Por lo demás, el Señor nos ha advertido que, cuando oremos, no usemos demasiadas palabras, que no nos engañemos pensando que por eso seremos escuchados. Por el contrario, nos ha enseñado a preferir el silencio y a confiar en el Padre, que

sabe lo que necesitamos incluso antes de que lo pidamos (cf. Mt 6, 7-8).

El Jubileo Ordinario de 2025 está a la vuelta de la esquina. ¿Cómo más podemos prepararnos para un evento tan importante en la vida de la Iglesia sino a través de la oración? El año 2023 estuvo dedicado al redescubrimiento de las enseñanzas conciliares, especialmente las que se encuentran en las cuatro constituciones del Vaticano II. Es una manera de mantener vivo lo que los padres reunidos en el Concilio quisieron transmitir y poner en nuestras manos, para que, a través de su implementación, la Iglesia pueda rejuvenecer su rostro y anunciar en un lenguaje adecuado la belleza de la fe a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Ahora es el momento de preparar el año 2024, que estará dedicado íntegramente a la oración. En efecto, en nuestro tiempo se hace sentir cada vez con más fuerza la necesidad de una verdadera espiritualidad, que sea capaz de responder los grandes interrogantes que nos planteamos cada día en nuestra vida cotidiana, provocados también por un panorama global que, ciertamente, no es sereno. La crisis ecológica, económica y social, agravada por la reciente pandemia; las guerras, especialmente en Ucrania, que siembran muerte, destrucción y pobreza; la cultura del descarte y la cultura de la indiferencia, que tienden a sofocar las aspiraciones de paz y solidaridad, y excluyen a Dios de la vida personal y social…

Estos fenómenos se conjugan para generar un ambiente de pesadumbre que les impide a muchas personas vivir con alegría y serenidad. Necesitamos, pues, que nuestra oración se eleve con mayor insistencia al Padre, para que escuche la voz de aquellos que se dirigen a Él con la confianza de que serán escuchados.

Este año dedicado a la oración no desvirtúa en absoluto las iniciativas que cada Iglesia particular cree que debe planificar en su acción pastoral cotidiana. Por el contrario, recuerda el fundamento sobre el cual deben desarrollarse y encontrar consistencia los diversos planes pastorales. Es un tiempo para redescubrir, tanto personalmente como en comunidad, la alegría de la oración en su variedad de formas y expresiones. Es un tiempo significativo para incrementar la certeza de nuestra fe y la confianza en la intercesión de la Virgen María y de los santos. Es, en definitiva, un año para vivir una especie de “escuela de oración”, sin dar nada por obvio o por sentado, especialmente en lo que se refiere a nuestro modo de orar, sino haciendo nuestras cada día las palabras de los discípulos cuando le pidieron a Jesús: “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11, 1).

En este año, estamos invitados a hacernos más humildes y darle espacio a la oración que surge del Espíritu Santo. Es Él quien sabe poner en nuestro corazón y en nuestros labios las palabras correctas para que seamos escuchados por el Padre. La oración en el Espíritu Santo es la que nos une a Jesús y nos permite adherir a la voluntad del Padre. El Espíritu es el Maestro interior que nos muestra el camino a seguir; gracias a Él, la oración de uno solo puede convertirse en la oración de toda la Iglesia, y viceversa. Nada como la oración según el Espíritu Santo hace que los cristianos se sientan unidos como familia de Dios, que sabe reconocer las necesidades de cada uno para se conviertan en invocación e intercesión de todos.

Estoy seguro de que los obispos, sacerdotes, diáconos y catequistas encontrarán durante este año las maneras más adecuadas para poner la oración en el centro del anuncio de esperanza que el Jubileo 2025 pretende hacer resonar en estos tiempos convulsos. Para ello será muy valiosa la

contribución de las personas consagradas, en especial de las comunidades de vida contemplativa. Espero que en todos los santuarios del mundo, lugares privilegiados para la oración, se incrementen las iniciativas para que cada peregrino pueda encontrar un oasis de serenidad y salir de allí con el corazón rebosante de consuelo. Que la oración personal y comunitaria sea incesante, sin interrupciones, según la voluntad del Señor Jesús (cf. Lc 18, 1),

para que el Reino de Dios se extienda y el Evangelio llegue a todo aquel que esté buscando amor y perdón.

Para favorecer este Año de la Oración, se han elaborado algunos textos breves que, en la sencillez de su lenguaje, nos ayudarán a adentrarnos en las diversas dimensiones de la oración. Agradezco a los autores por su contribución y con gusto pongo en sus manos estos “Apuntes”, para que cada uno pueda redescubrir la belleza de confiarse al Señor con humildad y alegría. Y no se olviden de orar también por mí.

Francisco

Librería de San Pablo

JUBILEO 8 VOLÚMENES

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Cooperador Paulino
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