PREPAREMOS LA NAVIDAD

“He aquí, pues, que la Iglesia nos recuerda la venida temporal de Jesucristo, Hijo de Dios encarnado, y a la vez nos recuerda la última venida suya, cuando se presentará para juzgar a todos los hombres y dar a cada uno el premio o el castigo según el mérito. ¿Quién podrá aquel día tener el premio, oír repetirse la invitación: «Venid, benditos de mi Padre»? [cf. Mt 25,34].

Quien en la tierra ha entrado en el reino de Jesucristo, reino de amor, de verdad, de justicia. La Iglesia nos invita hoy a prepararnos a entrar en este reino. El Adviento es la preparación a Navidad. Jesús, el día en que nace, abrirá su escuela a los hombres: escuela de verdad, escuela de santidad, escuela de amor. ¡Hemos de sentir la necesidad de esta escuela!” (PRS, Pr 2, p. 6-7).

Con estas expresiones citadas, tomadas de una predicación de 1952, nuestro Beato Fundador exhortaba a sus hijos e hijas a vivir intensamente el tiempo del Adviento en preparación a la Navidad. Iniciando este mes de diciembre, también nosotros, los hijos e hijas del P. Alberione en la Familia Paulina de hoy, queremos aprovechar este tiempo de gracia que es el Adviento, para acudir a esa singular escuela del Maestro Divino que inicia en el Pesebre y concluye en la cátedra de la cruz, para aprender sus lecciones de humildad y de amor, de entrega y de generosidad.

Aprovechemos este tiempo para renovar los motivos de nuestra esperanza y de nuestra alegría, valores esenciales de nuestra fe que marcarán todo el camino de este tiempo de preparación a la Navidad, como también lo recordaba el P. Alberione: “A medida que nos acercamos al gran día [de Navidad], la Iglesia se colma de un gozo cada vez mayor; por ello resuena la antífona: «Alégrate, ciudad de Sión; aclama, Jerusalén; mira a tu rey que está llegando, el Salvador del mundo» [Zac 9,9].
Este gozo lo manifiesta particularmente la Iglesia el día de Navidad, cuando contempla al Niño en la cuna del pesebre. Los ángeles invitaron a los pastores a aquella cuna; nosotros somos invitados por la Iglesia a presentar al Niño las primeras adoraciones. Adoramos en el sagrario, que es el verdadero pesebre, al Verbo divino, coeterno del Padre, nacido de María, en el tiempo, y que debe nacer para cada alma por medio de la gracia, a la espera de que nazca en nosotros en la eternidad
.” (Ibíd. P. 17).

Danilo Medina.

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Cooperador Paulino
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