LOS PRIMEROS ESTUDIOS ECLESIÁSTICOS

En los estudios, por lo general, Santiago se defendía bien, pero sin sobresalir hasta el punto de llamar la atención de sus compañeros o profesores.
PARA CONOCER AL BEATO SANTIAGO ALBERIONE

UN APÓSTOL DE LA COMUNICACIÓN SOCIAL

Luis Rolfo y Teófilo Pérez

(Entrega 10)

Cherasco pertenecía a la diócesis de Alba; y la tradición imponía a los querasqueses deseosos de mandar un hijo suyo al seminario, que se dirigieran al de Alba. Pero había en Bra un seminario menor, de la archidiócesis de Turín, que tenía la ventaja de estar a pocos kilometres de la casa de los Alberione; y don Montersino, que era muy amigo del párroco de San Andrés de Bra, rector por derecho del susodicho seminario, logro que aceptasen al muchacho querasqués con extrema facilidad. La cercanía presentaba sus ventajas: permitiría a los Alberione ver a menudo a su hijo, llevarle fácilmente lo que necesitase para completar el escaso alimento que le daba el internado, lavar en su casa la ropa y remendársela cuando hiciera falta, disminuyendo de este modo los gastos.                                                                                                 

el seminario de Bra

Por otra parte, el seminario de Bra, con más de un siglo de existencia y ciento sesenta y nueve alumnos aquel año, ofrecía la máxima seguridad a las familias que le entregaban sus hijos. Hechas todas estas consideraciones, Miguel presento la necesaria solicitud para su hijito, y el 25 de octubre de 1896 le pudo acompañar a Bra para presentarlo al rector, ver de cerca los locales en que estudiarla, rezarla y jugaría, y pagar las quince liras de entrada, que era la cantidad exigida para todos los alumnos indistintamente. Más tarde, el ecónomo le pasaría periódicamente la nota de la pensión mensual, que era realmente modesta: veinte liras; pero que unida a otros pequeños gastos varios, representaba para Miguel un sacrificio nada indiferente.

Los apuntes autobiográficos del P. Alberione no aluden para nada a este breve periodo de su vida. Para saber algo, debemos recurrir a las declaraciones de sus compañeros, que ahora ya no viven. Encontramos en ellas algunos elementos comunes que podemos recordar brevemente.

En los estudios, por lo general, Santiago se defendía bien, pero sin sobresalir hasta el punto de llamar la atención de sus compañeros o profesores. Era, eso sí, ejemplar en la aplicación, en la seriedad con que procuraba aprobar todas las materias, en la observancia del horario y de la disciplina y en el respeto hacia los maestros.

Todos le querían por su índole pacífica, por su rostro siempre sereno y por su comportamiento compuesto y digno. Jugaba, pero no tomaba parte en los juegos más violentos y ruidosos, a los cuales prefería asistir como espectador. Desde aquella edad, para el contaban únicamente las competiciones del espíritu, basadas en la inteligencia, en la fuerza del razonamiento, en la audacia y en la intrepidez.

Se hacía notar especialmente en la oración. Comulgaba casi todos los días, cosa bastante rara en sus tiempos, incluso entre los seminaristas. Se le veía más a menudo que a los otros en la iglesia, e impresionaba su compostura habitual. Esta observación de sus compañeros de seminario nos hace pensar que ya era evidente en él aquella especie de estoicismo congénito, aquella sorprendente resistencia al dolor y a las molestias físicas que le permitían, pese a su cuerpo debilitado por la enfermedad y el ayuno, estar arrodillado horas enteras sin moverse lo más mínimo, sin dar señales de cansancio o de pesadez, como si tuviera las rodillas de cemento armado.

Continuara…

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Cooperador Paulino
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