¡VEN, SEÑOR JESÚS!

Los sentimientos que animan nuestra vida cristiana y paulina en este mes, son sentimientos de gozosa espera, de serena vigilancia, de esforzado compromiso de preparación para la llegada del Señor.

El mes de diciembre generalmente llega en medio de las luces y los cantos que anticipan la Navidad. Es el mes del Adviento y de la celebración gozosa del Dios-con-nosotros. Los sentimientos que animan nuestra vida cristiana y paulina en este mes, son sentimientos de gozosa espera, de serena vigilancia, de esforzado compromiso de preparación para la llegada del Señor.

Después de tantas crisis provocadas por la pandemia universal del Covid-19, que todavía sigue sembrando muerte y dolor, celebrar el Adviento y la Navidad será para nosotros, y para todos los creyentes, una providencial oportunidad para renovar la esperanza cristiana. En efecto, la venida del Salvador siempre trae consigo bendiciones divinas y motivos para renovar el ánimo y la fe, con la certeza de que Dios nunca nos abandona, y así como hace más de dos mil años, en su Hijo envió la Luz de la salvación “a los pueblos que andaban en las tinieblas”, quiere también hoy, disipar la oscuridad de los temores y angustias, de la enfermedad y la muerte, para iluminarnos con la luz de la vida que es Jesucristo.

La Navidad inspira de manera particular la vocación y misión de la Familia Paulina en la Iglesia y en el mundo. Así lo entendió y enseñó nuestro Beato Fundador: “La gloria de Dios y la salvación de las almas: este es el fin específico del apostolado de la edición. Este es el mismo programa que los ángeles cantaron sobre la cueva de Belén: «Gloria Deo, pax homínibus». El programa de Jesucristo y de la Iglesia. Fin altísimo, por tanto, fin divino” (P. Alberione, AE, 17).

Al augurarnos mutuamente un santo y gozoso tiempo de Adviento, y una muy feliz y serena Navidad, nos comprometemos a estar unidos en la oración, pidiendo por la salud y bienestar de cada uno de los miembros de las Congregaciones e Institutos, Cooperadores y Cooperadoras de la Familia Paulina. Que la Virgen María, Reina de los Apóstoles, quien nos dio al Hijo de Dios encarnado, y san José, que “al lado del pesebre luce con tanta humildad que es para nosotros modelo de adoración, de fe y de humildad de corazón” (P. Alberione), sean para nosotros protectores e intercesores.

«Gloria Deo, pax homínibus».

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P. Danilo Medina L., ssp,

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